Desde la antigüedad, los filósofos y demás historiadores
argumentaron que el arte es el reflejo de nuestra sociedad, que el artista
plasma la realidad a través de la pintura o la escultura. Sin embargo, con el
avance tecnológico de la fotografía, el artista se vio en la necesidad de
encaminarse hacia otro concepto, otra salida, dado que la fotografía reflejaba
mejor la realidad, mucho más que un cuadro hecho al oleo por un artista.
Ese intento de encaminarse hacia el “nuevo arte” comenzó
desde el siglo XIX. Sin embargo, fueron los artistas del siglo XX quienes se
atrevieron a más. Así encontramos a Picasso, que generó un nuevo estilo
artístico alterando las figuras. O los constructivistas rusos, que solo
representaban cuadros blancos o rojos, unos simples cuadros sin representar
personas, paisajes u objeto reconocible alguno. Otros que alteraron las figuras
fueron los surrealistas que, más que basarse en la realidad, se encaminaron en
el misterioso mundo de los sueños. Como en los sueños “todo es posible”, se
enfocaron en cómo los objetos o las personas que soñamos se transforman,
aumentan de tamaño o se los ven como hormiguitas.
Los críticos de arte de aquella época se desgarraron las
vestiduras, al ver hacia dónde se encaminaba el arte. A ningún artista, que se
hiciese respetar, se le ocurriría deformar el cuerpo humano, o representar
objetos desde otras miradas o, lo peor aún, reflejar a las clases sociales menos
pudientes por medio de las esculturas y las pinturas. El arte, para los
críticos, teórico y demás estudiosos, debía ser bello, reflejar lo perfecto de
la naturaleza y el ser humano. Debían respetar las proporciones, la perspectiva
y otras técnicas del dibujo y la pintura. ¿Dónde se podía apreciar la
perspectiva en un cuadro cubista? ¿Cómo saber si un cuadro abstracto no fue
colocado al revés, si en el mismo no está especificado cómo debería colocarse
por la pared a la hora de ser colgado?
Muchos dudaban de si estos artistas “modernos” sabían
dibujar, al menos, una figura humana. Los primeros cuadros de Picasso, por
ejemplo, son muy academicistas. Respetan las proporciones humanas, aunque ya se
pueden apreciar algunos trazos rápidos propios del impresionismo. Poco a poco,
fue alterando los colores y las figuras y, aunque fue un camino largo, decidió
arriesgarse y crear el cubismo, basándose en las máscaras de las tribus
africanas. Y es que los artistas de comienzos del siglo XX sintieron una gran
atracción por otras culturas, que no tenían en cuenta la proporción del cuerpo
humano o manejaban el color de otra forma.
Pero la historia no termina solo con el cubismo, el
surrealismo, el constructivismo y demás vanguardias artísticas del siglo XX.
Durante esa época, apareció Marcel Duchamp. Luego de analizar el camino que iba
tomando el arte, se le ocurrió la fantástica idea de colocar un inodoro, al
revés, dentro de un museo, y declarar que eso es el arte. Luego de tantas
innovaciones y demás tendencias que apuntaban a contrariar al arte
academicista, Duchamp eligió el momento perfecto para crear una serie de
objetos, cambiarlos de posición y colocarlos todos en un museo. Los debates
surgieron a la velocidad del viento. No podían establecer si lo que proponía
Duchamp era para burlarse del ámbito artístico o una nueva forma de representar
la realidad. ¿Para qué pintar la rueda de una bicicleta, si puedo traer una?
¿Para qué representar un urinario por medio de la pintura, si aquí existe una? Esta
y otras preguntas retóricas preocuparon a los críticos y teóricos de arte por
varias décadas.
Aparte de Duchamp, otros artistas desearon que el arte no
estuviese limitado solo a los cuadros y las esculturas. El arte debería también
apreciarse en los objetos cotidianos, en el diseño de las paredes, los muebles
y en la arquitectura en general. De eso se trata el modernismo, de una
renovación artística que deseaba democratizar la belleza y socializar el arte.
Atrás quedaron las épocas en que solo los reyes, nobles y burgueses podían ser
retratados. Esta tendencia comenzó en el siglo XIX, cuando los artistas
empezaron a retratar a prostitutas, representándolas como tal y, así, alejarlas
del antiguo modelo de la Venus de antaño. Y continuaron en el siglo XX, donde
se demostró que los afiches, los libros, las revistas y los carteles también
podían ser verdaderas obras de arte. El Art Nouveau fue una de esas tendencias
artísticas, inspirado en la naturaleza al usar el contorno curvilíneo de las
hojas y las flores. En el ámbito de la escultura, se experimentó con otros
materiales como el bronce, el marfil e, incluso el vidrio para pequeñas
esculturas. En el ámbito del diseño, eso se vio reflejado a mediados del siglo
XX, cuando Andy Warhol diseñó su famosa lata de salsa colocándolo en un museo,
como una gran obra de arte. Para un artista de principios del siglo XIX, o
incluso anterior a ese periodo, aquello le parecería un absurdo, dado que no se
puede considerar que un objeto, una figura deformada o un simple diseño puedan
ser considerados arte. Eso si se respetase las normas del arte academicista y
tradicionalista.
Paralelo a lo que hacían los artistas del siglo XX, se
puede apreciar también el surgimiento de la fotografía moderna y la
cinematografía. Fue durante esos años que se consideró al cine como la más
completa de las artes, que reúne a todas las artes conocidas y, así, conforma
el séptimo arte, junto con la pintura, la arquitectura, la escultura, la danza,
la música y el teatro. La fotografía, por muchos años, fue considerada el arte
de reflejar la realidad a la perfección, algo que los artistas de siglos
anteriores intentaron por todos los medios por medio de la pintura y la
escultura. Al menos, con la fotografía, no había problemas. Era un aparato del
cual se podía confiar. Sin embargo, con los avances tecnológicos, tanto la
fotografía como el cine tomaron nuevos rumbos. El cine, de ser muda, pasó a ser
sonora, lo cual generó mucha polémica tanto entre los espectadores como entre
los directores y actores. Y con el paso de los años, se optó por el cine a
color y el uso de más efectos especiales para representar ciertas ideas. Con
los avances tecnológicos en el ámbito fotográfico, también se vio que la misma
podía alterar la realidad. Así surgieron las manipulaciones fotográficas, lo
cual generó nuevas polémicas en el ámbito artístico. Y como se supone que la
fotografía debería reflejar la realidad tal como es, entonces los espectadores
no pueden determinar si, lo que están viendo, es real o es un retoque fotográfico.
Y también, que con más avances tecnológicos, la fotografía fue posible incluso
para los que no son fotógrafos o artistas. Cualquiera puede sacar una foto. Así
como también cualquiera puede hacer filmaciones y crear videos.
Ante estas observaciones, quedan más dudas con el tema.
¿Vale la pena volver a lo antiguo? ¿Volver a pintar tal como lo hacían los
antiguos artistas? Por siglos se le consideró al artista como un ser especial,
que estaba muy cerca de ser Dios por crear preciosas obras de arte que reflejan
la realidad o sus profundos deseos. Durante el siglo XX, poco a poco, aquel
mito fue rompiéndose y, con los avances tecnológicos y el planteamiento de
estos artistas modernos, surgió otro concepto de arte. Todo es arte en la
medida que tenga concepto y pueda ser explicado por el mismo realizador. Además,
lo que plantearon los artistas modernos, lo aceptemos o no, se está
convirtiendo en arte academicista. En las academias y escuelas de arte se está
enseñando a pintar con el estilo cubista, incluso con el pop art. Lo que antes
era moderno, hoy es antiguo. Las vanguardias, tal como la conocíamos, no son
tales. Y el artista actual desea experimentar con la tecnología para crear sus
obras de arte. Lo que pasó a finales del siglo XIX y principios del siglo XX
solo fue la punta del iceberg de lo que se vendría después. La tecnología
influye de muchas maneras, incluso en el arte y en el modo de pensar de la
sociedad de determinada época. Así como los críticos de antes cuestionaron el
cubismo o la instalación, los críticos de ahora cuestionan el uso y abuso de la
tecnología para sus obras de arte.
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