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viernes, 31 de mayo de 2013

Entre lo moderno y lo antiguo



            Desde la antigüedad, los filósofos y demás historiadores argumentaron que el arte es el reflejo de nuestra sociedad, que el artista plasma la realidad a través de la pintura o la escultura. Sin embargo, con el avance tecnológico de la fotografía, el artista se vio en la necesidad de encaminarse hacia otro concepto, otra salida, dado que la fotografía reflejaba mejor la realidad, mucho más que un cuadro hecho al oleo por un artista. 



            Ese intento de encaminarse hacia el “nuevo arte” comenzó desde el siglo XIX. Sin embargo, fueron los artistas del siglo XX quienes se atrevieron a más. Así encontramos a Picasso, que generó un nuevo estilo artístico alterando las figuras. O los constructivistas rusos, que solo representaban cuadros blancos o rojos, unos simples cuadros sin representar personas, paisajes u objeto reconocible alguno. Otros que alteraron las figuras fueron los surrealistas que, más que basarse en la realidad, se encaminaron en el misterioso mundo de los sueños. Como en los sueños “todo es posible”, se enfocaron en cómo los objetos o las personas que soñamos se transforman, aumentan de tamaño o se los ven como hormiguitas. 



            Los críticos de arte de aquella época se desgarraron las vestiduras, al ver hacia dónde se encaminaba el arte. A ningún artista, que se hiciese respetar, se le ocurriría deformar el cuerpo humano, o representar objetos desde otras miradas o, lo peor aún, reflejar a las clases sociales menos pudientes por medio de las esculturas y las pinturas. El arte, para los críticos, teórico y demás estudiosos, debía ser bello, reflejar lo perfecto de la naturaleza y el ser humano. Debían respetar las proporciones, la perspectiva y otras técnicas del dibujo y la pintura. ¿Dónde se podía apreciar la perspectiva en un cuadro cubista? ¿Cómo saber si un cuadro abstracto no fue colocado al revés, si en el mismo no está especificado cómo debería colocarse por la pared a la hora de ser colgado? 



            Muchos dudaban de si estos artistas “modernos” sabían dibujar, al menos, una figura humana. Los primeros cuadros de Picasso, por ejemplo, son muy academicistas. Respetan las proporciones humanas, aunque ya se pueden apreciar algunos trazos rápidos propios del impresionismo. Poco a poco, fue alterando los colores y las figuras y, aunque fue un camino largo, decidió arriesgarse y crear el cubismo, basándose en las máscaras de las tribus africanas. Y es que los artistas de comienzos del siglo XX sintieron una gran atracción por otras culturas, que no tenían en cuenta la proporción del cuerpo humano o manejaban el color de otra forma. 



            Pero la historia no termina solo con el cubismo, el surrealismo, el constructivismo y demás vanguardias artísticas del siglo XX. Durante esa época, apareció Marcel Duchamp. Luego de analizar el camino que iba tomando el arte, se le ocurrió la fantástica idea de colocar un inodoro, al revés, dentro de un museo, y declarar que eso es el arte. Luego de tantas innovaciones y demás tendencias que apuntaban a contrariar al arte academicista, Duchamp eligió el momento perfecto para crear una serie de objetos, cambiarlos de posición y colocarlos todos en un museo. Los debates surgieron a la velocidad del viento. No podían establecer si lo que proponía Duchamp era para burlarse del ámbito artístico o una nueva forma de representar la realidad. ¿Para qué pintar la rueda de una bicicleta, si puedo traer una? ¿Para qué representar un urinario por medio de la pintura, si aquí existe una? Esta y otras preguntas retóricas preocuparon a los críticos y teóricos de arte por varias décadas. 



            Aparte de Duchamp, otros artistas desearon que el arte no estuviese limitado solo a los cuadros y las esculturas. El arte debería también apreciarse en los objetos cotidianos, en el diseño de las paredes, los muebles y en la arquitectura en general. De eso se trata el modernismo, de una renovación artística que deseaba democratizar la belleza y socializar el arte. Atrás quedaron las épocas en que solo los reyes, nobles y burgueses podían ser retratados. Esta tendencia comenzó en el siglo XIX, cuando los artistas empezaron a retratar a prostitutas, representándolas como tal y, así, alejarlas del antiguo modelo de la Venus de antaño. Y continuaron en el siglo XX, donde se demostró que los afiches, los libros, las revistas y los carteles también podían ser verdaderas obras de arte. El Art Nouveau fue una de esas tendencias artísticas, inspirado en la naturaleza al usar el contorno curvilíneo de las hojas y las flores. En el ámbito de la escultura, se experimentó con otros materiales como el bronce, el marfil e, incluso el vidrio para pequeñas esculturas. En el ámbito del diseño, eso se vio reflejado a mediados del siglo XX, cuando Andy Warhol diseñó su famosa lata de salsa colocándolo en un museo, como una gran obra de arte. Para un artista de principios del siglo XIX, o incluso anterior a ese periodo, aquello le parecería un absurdo, dado que no se puede considerar que un objeto, una figura deformada o un simple diseño puedan ser considerados arte. Eso si se respetase las normas del arte academicista y tradicionalista.



            Paralelo a lo que hacían los artistas del siglo XX, se puede apreciar también el surgimiento de la fotografía moderna y la cinematografía. Fue durante esos años que se consideró al cine como la más completa de las artes, que reúne a todas las artes conocidas y, así, conforma el séptimo arte, junto con la pintura, la arquitectura, la escultura, la danza, la música y el teatro. La fotografía, por muchos años, fue considerada el arte de reflejar la realidad a la perfección, algo que los artistas de siglos anteriores intentaron por todos los medios por medio de la pintura y la escultura. Al menos, con la fotografía, no había problemas. Era un aparato del cual se podía confiar. Sin embargo, con los avances tecnológicos, tanto la fotografía como el cine tomaron nuevos rumbos. El cine, de ser muda, pasó a ser sonora, lo cual generó mucha polémica tanto entre los espectadores como entre los directores y actores. Y con el paso de los años, se optó por el cine a color y el uso de más efectos especiales para representar ciertas ideas. Con los avances tecnológicos en el ámbito fotográfico, también se vio que la misma podía alterar la realidad. Así surgieron las manipulaciones fotográficas, lo cual generó nuevas polémicas en el ámbito artístico. Y como se supone que la fotografía debería reflejar la realidad tal como es, entonces los espectadores no pueden determinar si, lo que están viendo, es real o es un retoque fotográfico. Y también, que con más avances tecnológicos, la fotografía fue posible incluso para los que no son fotógrafos o artistas. Cualquiera puede sacar una foto. Así como también cualquiera puede hacer filmaciones y crear videos. 



            Ante estas observaciones, quedan más dudas con el tema. ¿Vale la pena volver a lo antiguo? ¿Volver a pintar tal como lo hacían los antiguos artistas? Por siglos se le consideró al artista como un ser especial, que estaba muy cerca de ser Dios por crear preciosas obras de arte que reflejan la realidad o sus profundos deseos. Durante el siglo XX, poco a poco, aquel mito fue rompiéndose y, con los avances tecnológicos y el planteamiento de estos artistas modernos, surgió otro concepto de arte. Todo es arte en la medida que tenga concepto y pueda ser explicado por el mismo realizador. Además, lo que plantearon los artistas modernos, lo aceptemos o no, se está convirtiendo en arte academicista. En las academias y escuelas de arte se está enseñando a pintar con el estilo cubista, incluso con el pop art. Lo que antes era moderno, hoy es antiguo. Las vanguardias, tal como la conocíamos, no son tales. Y el artista actual desea experimentar con la tecnología para crear sus obras de arte. Lo que pasó a finales del siglo XIX y principios del siglo XX solo fue la punta del iceberg de lo que se vendría después. La tecnología influye de muchas maneras, incluso en el arte y en el modo de pensar de la sociedad de determinada época. Así como los críticos de antes cuestionaron el cubismo o la instalación, los críticos de ahora cuestionan el uso y abuso de la tecnología para sus obras de arte. 


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