Piero della
Francesca pintó, durante los años 1452 y 1466, una serie de frescos que fueron
denominados “La leyenda de la Vera Cruz”. Las mismas se encuentran en los muros
de la Capilla Bacci o coro de la Basílica de San Francisco de Arezzo, situada
en Toscana (Italia).
Estos frescos
son considerados una de las obras maestras de toda la pintura renacentista,
tanto por la claridad de la composición como por su luminosidad colorista. Las
mismas se desquebrajaron con el tiempo, por lo que fueron restauradas entre los
años 1990 y 2000.
Origen y tema de los frescos
El origen de los frescos deriva de fuentes
medievales y de historias recopiladas en “La leyenda dorada” de Santiago de
Vorágine, que data de mediados del siglo XIII.
En dicha leyenda se narra sobre cómo se pudo
encontrar la cruz de Cristo. La reliquia fue encontrada, protegida,
semidestruida y vuelta a encontrar. A continuación, se revelará el fragmento de
uno de los capítulos del libro de Vorágine:
“Celébrase en el día de hoy la
fiesta de la Invención de la Santa Cruz, porque en un día como éste, la Santa
Cruz fue encontrada. La madera con que la Cruz había de ser construida había
sido hallada mucho antes, como luego diremos, por Seth, el hijo de Adán, en el
Paraíso Terrenal; por Salomón en el Monte Líbano; por la Reina de Saba en el
Templo que Salomón construyó; y por los judíos en el agua de una piscina; pero
la Cruz propiamente dicha fue descubierta por Santa Elena en el Monte Calvario
tal día como hoy”.
Los frescos que pertenecen a “La leyenda de la Vera
Cruz” son las siguientes: : La muerte de Adán (390 x 747 cm); La adoración
del Árbol Sagrado por la reina de Saba y El encuentro entre Salomón y la reina de Saba (336 x 747 cm); Arrancamiento y entierro del Árbol Sagrado;
La Anunciación; El sueño de Constantino (329 x 190 cm); Victoria de
Constantino sobre Majencio en Puente Milvio; Tortura del hebreo Judas Levita; Descubrimiento y prueba de la
Vera Cruz (356 x 747 cm); Batalla entre el emperador bizantino Heraclio y Cosroes II (329 x
747 cm); Exaltación (o restitución) de
la Cruz (390 x 747 cm); y profeta Jeremías y el
profeta Isaías.
Por la cantidad de cuadros, en este
artículo se hablará de uno de los frescos, titulado “Descubrimiento y milagro
de la Vera Cruz”
Análisis de la obra “Descubrimiento y milagro de la Vera Cruz”
Este
fresco, de la serie “La leyenda de la Vera Cruz”, fue creada entre los años
1452 y 1466. La misma mide 3,56 metros de alto y 7,47 metros de largo.
Historia narrada en el cuadro
La
historia del cuadro narra cómo santa Elena, la madre de Constantino, encontró
la cruz en Jerusalén. La misma mandó derribar el templo que fue construido en
honor a la diosa Venus, ocultando las tres cruces donde fueron crucificados
Jesús con dos delincuentes.
Como
eran tres cruces, no se sabía con exactitud cuál pertenecía a Jesucristo. Para
aclarar la duda, ocurrió un milagro: un joven que falleció fue resucitado por
el Santo Madero. Con esto, santa Elena envió una parte de la cruz a su hijo
Constantino y dejó el resto de la reliquia en Jerusalén.
En el
cuadro se narran dos historias: a la izquierda se puede ver cómo son
desenterradas las tres cruces y, en el fondo, se puede vislumbrar Jerusalén. A
la derecha se ve a santa Elena, con un grupo de personas, vislumbrando el
milagro de la cruz de Cristo.
Técnica y método del fresco
Primero se
llevaron a cabo los cartones preparatorios para la colocación de recuadros de
las distintas escenas. Se realizó los dibujos con precisión y, más tarde, se
añadió la técnica del fresco tradicional una ejecución en seco, típica de la
pintura sobre tabla. Se valió de pigmentos ligados a sustancias grasas para
obtener efectos de especial luminosidad y definición para algunas figuras.
El fresco se
realizó con pigmentos y tierras naturales mezclados con agua. Para alisar la
superficie, se colocó una capa de ariccio.
Los pigmentos se aplicaron sobre una capa de intocato fresco, el cual debía permanecer húmedo durante el
trabajo.
Análisis de la obra
En la obra,
Piero narra el hallazgo de las tres cruces en el extremo izquierdo del cuadro,
mientras que en el extremo derecho se ve el milagro de la resurrección. Se
puede apreciar el avanzado conocimiento que Piero tenía sobre la perspectiva y
el color, utilizando la geometría en la construcción pictórica.
La secuencia es
típicamente medieval, aunque sobresale la composición clara y el tratamiento
novedoso de la luz representado de una manera delicada.
El diseño es
riguroso, aunque esa rigidez va atenuándose de a poco. Las escenas se
desarrollan en una representación ideal de Jerusalén, donde abundan los
edificios dotados de cierto clasicismo. No se utilizaron los trampantojos
habituales de la perspectiva, aunque tampoco se renunció a ella para la puesta en
escena. Aún así, se puede ver una desconexión entre el paisaje y los
personajes, creando la sensación de que los mismos se encuentran en un telón
teatral.
Aunque los
personajes ya gozan de un increíble efecto luminoso creado gracias al empleo de
una luz uniforme, los mismos parecen ausentes, inmóviles y sin expresión
alguna. Tampoco se encuentran vestidos de acuerdo con el tiempo en que vivieron.
Algo que también llama la atención es que no todos los personajes muestran el
rostro. Algunos dan la espalda al espectador, recordando por un momento los
frescos de Masaccio, un artista cuyas obras cautivaron a Piero durante su
estadía en Florencia.
En cuanto al
equilibrio visual de la obra, la misma se puede dar en los dos grupos formados
en los extremos inferiores del cuadro. En el lado derecho del cuadro se pueden
vislumbrar unos edificios, que ya están marcados por la perspectiva gracias a
una línea inclinada. Por las construcciones y el templo que se encuentra detrás
del grupo, hay un gran peso visual en la obra. Por lo tanto, en el extremo
izquierdo del cuadro ese peso disminuye gracias a la ciudad que se vislumbra a
lo lejos, por detrás de unas montañas que se encuentran en el fondo del
paisaje.
Gran parte de la
obra se pudo recuperar gracias a las restauraciones realizadas entre el 1990 y
el 2000. Lastimosamente, no todas las partes se pueden vislumbrar. Un personaje
fue borrado de la escena, aunque aún se puede ver su cuerpo. En la esquina
izquierda tampoco se puede vislumbrar a otros personajes, así como también se
borró una parte de la ciudad de Jerusalén.
Información
extraída de estas páginas:
http://www.artehistoria.jcyl.es/genios/cuadros/4677.htm
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