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jueves, 26 de enero de 2012

Uno más del montón


Ya lo había dicho Quino alguna vez: "Ahí hay uno más del montón que no quiere ser del montón". ¿De dónde vendrá ese deseo de ser diferente a los otros? ¿Es puro capricho? ¿O habrá alguna otra razón?
Durante mis primeros años de adolescencia, yo también tenía esa clase de pensamientos. Es más, sentía que era diferente a los otros. Tiempo después, descubrí que es así. Todos y cada uno tenemos nuestras diferencias, nuestras individualidades, nuestro "mundillo", en el cual sentimos que somos los protagonistas de una película o serie. Pero también, son esas diferencias los que demuestran que somos iguales por estas simples características: todos defecamos, todos nos enfermamos, todos necesitamos comer, todos somos unión de un espermatozoide con un óvulo (aunque algunos fueron concebidos por inseminación artificial) y todos morimos.
Es en nuestra etapa adolescente, o incluso en la última etapa de la niñez, cuando empezamos a reconocer nuestras individualidades. Eso es debido a que los adultos (y aquí incluimos a padres, tíos, profesores, líderes políticos o sociales) nos enseñan una pila de normas y reglas de convivencia, así como también nos determinan qué es normal y qué es anormal. Por ejemplo, si un hombre usa arito o usa una remera rosada, es "anormal". O si una chica prefiere jugar al fútbol que jugar a las muñecas, es también "raro" (aunque, en el caso de las chicas, no es tan grave como en el caso de los chicos). Y lo peor, es que no explican bien el porqué debemos ser así o asá. Es por eso que nace la necesidad de marcar una diferencia con "los del montón". Al final, esos deseos son normales durante la adolescencia (porque si lo hiciera un adulto... ¡Qué papelón!). Por ejemplo, la chica rebelde que, en vez de usar vestido rosado, empieza a usar vaqueros rotos y remera negra, se tiñe el cabello y hasta, para contrariar a sus padres, usa piercing en el ombligo o en la nariz. Esa chica rebelde, una vez logrado su objetivo, va por la calle o al shopping y se encuentra con otros chicos que también hicieron lo mismo que ella. La chica se alegra, dado que por fín encuentra chicos que comparten sus mismos sentimientos. A veces forman grupos y a veces no. Pero, en el fondo, y aunque le lleve años reconocerlo, se da cuenta de que al final no es diferente al resto de los otros, dado que incluso sus padres cometieron esas locuras durante la adolescencia cuando ocurrió el movimiento Hippie.
Por eso mismo, y como dije antes, hay que ser uno mismo porque, total, siempre habrá otro que sea más o menos iguales a nosotros aunque viva en su mundo o su propia vida. Si todos fueramos del mismo color de piel, misma estatura, mismo rostro y usaramos la misma ropa, sería aburrido e, incluso, el deseo de ser diferente sería una idea revolucionaria e, incluso, un tabú. Gracias a Dios que vivimos en un mundo diverso, aunque nunca faltan los prejuiciosos que maltratan a uno por sus diferencias. Pero eso es otra historia y debe ser contada en otro momento XD

Saludos!!! ;)

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